Malayerba by Javier Valdez Cárdenas

Malayerba by Javier Valdez Cárdenas

autor:Javier Valdez Cárdenas
La lengua: spa
Format: epub
editor: JUS
publicado: 2016-09-23T00:00:00+00:00


CALIENTE, CALIENTE

Pues se calentó este muchacho, compadre. Y sí, era cierto: andaba caliente por dejar la escuela, irse de la casa y meterse al narco.

Todo empezó con esas amistades que se traía el morro. Primero me llegó con esos cabrones de las camionetonas lincoln negras, de esas que no se ve ni madres para adentro. Luego que quería unas de esas botas, que camisas de seda, que el cinto piteado.

Entonces sí me puse buza. Me dije que mi hijo no podía terminar así, como muchos jóvenes de aquí que se meten en la movida y luego no salen, o los sacan, pero ya muertos; que se encandilan con eso de la lana, los carros del año y todo eso.

Y la comadre tenía razón: no era por ahí. En la facultad ya iba en tercer año. Pero luego, luego se vio que ya cargaba las influencias de sus nuevos amigos. El hijo de un narco conocido era su compañero de salón. Todos querían andar con él, pero él quería andar con Chuyito.

Lo traía de arriba pabajo en ese yeta, en la lobo, en la explorer de una hermana, pero prefería la negrona esa: la lobo. En ésa andaban hechos la mocha por Ciudad Universitaria, el centro, Las Quintas y la Chapule.

Con esto llegaron los billetes. Y la cerveza. Yo sé que Chuyito no le hace al polvo, compadre: lo sé bien: meto las manos al fuego por él, deveritas. Pero sí andaba pisteando seguido: dos o tres veces a la semana, y con esto los desvelos. Y hasta agresivo se volvió el güey.

Por eso me llegó ese día con el culo caliente: que dejaba la escuela, que estaba harto de mi viejo y de mí; ¡ah!, y que no quería saber de nosotros y que por eso se iba de la casa.

¡Ah cabrón!, dije yo: éste se alebrestó. Y se me vino el mundo encima.

La comadre ató cabos: las tecates, más los billetes, esas nuevas amistades, las camionetonas… Todo sumado le dio como resultado su hijo convertido en un ogro que ve el poder cerca y que cree tenerlo, pero que no lo tiene ni tantito. En eso se había convertido el Chuyito: en un émulo de narquillo.

No, compadre: puse las cartas sobre la mesa. Le dije: mira, cabrón, te damos todo para que estudies y no te pedimos que trabajes porque es muy importante que termines la carrera, y por eso te damos casa y te llevas el carro y no te exigimos nada. Así que, si te quieres ir, vete, pero primero date cuenta de todo esto, y súmale.

Pero no le sumó ni le restó. Anduvo serio varios días. Apenas les hablaba. Esa vez se le pusieron las mejillas rojas y hubo chispiteo en sus ojos, un atisbo apenas. Ahora andaba como perro regañado y no cabía en la casa ni en ningún otro lado que no fuera con sus amigotes.

Hasta que se encontró a la Jimena, compadre: esa cabrona sí es de fiar, y este cabrón se fue clavando y clavando.



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